viernes, 29 de agosto de 2008

Esos raros peinados nuevos

Viernes por la noche, después de casi dos horas de súplica a mis viejos para poder salir con mis amigos, con 19 años recién cumplidos me someto a escuchar una larga lista de recomendaciones antes de salir. Luego del ok, corro a prepararme.

Revolviendo la ropa, buscando con qué vestirme, viendo de qué forma peinarme, cruzo frente al espejo y sin darme cuenta me quedé observándome. Era mi reflejo lo que trataba de distinguir, y es que hoy ya no se como me veo. Sorprendida por lo que me pasaba, una serie de interrogantes invadieron mi mente. Apurada por salir dejé todos mis mambos cerebrales y después de despedirme de los viejos, partí hacia una noche de diversión con mis amigos.

Subo al colectivo y me siento en el centro, tal vez haya sido la ubicación lo que me hizo sentir nuevamente rara, y otra vez la invasión de interrogantes sin respuestas comenzaron a ocupar mi cabeza. Observando en rededor, me encontraba viajando con todos jóvenes de más o menos la misma edad que la mía, algunos adolescentes. La mayoría en grupitos separados, igual peinado, igual vestimenta, pero separados al fin.

Entre tanta variedad de estilos de ropas o peinados, mentalmente hacía un recorrido por mi cuerpo haciendo una revisión de lo que me había puesto. Yo no llevaba flequillo al costado, no vestía todo de negro como muchos de ellos, ni tampoco de múltiples colores, no llevaba tachas, ni pirsing, sin cicatrices intencionales, ni maquillajes extravagantes.

Luego del viaje finalmente me encuentro con mis amigos, los que visten como yo y hasta, tal vez piensen como yo.

La noche transcurrió y a la vuelta observaba a aquellos jóvenes y a los no tanto que al igual que yo, regresaban a sus lugares. El fin de todos era el mismo, seguramente llegar y tirarse en alguna cama, la diferencia entre unos y otros ya no estaba marcada sólo en los peinados o vestimenta, sino en el estado en que volvían. Ojos rojos, caras pálidas, aroma de diversos alcoholes, mareos, caídas, descomposturas, etc. En ese momento entendí las recomendaciones de los viejos, pero aún así, los interrogantes en mi cabeza siguen bailando.

La semana comienza con el debate en el seno de mi familia (numerosa por cierto) sobre un artículo aparecido en una revista, in titulado “Las tribus urbanas” donde se trata de explicar las formas de vestir, peinar y hasta la diferencia que separa a las distintas “tribus” de jóvenes y adolescentes. A mi modesto entender esta gente no entiende nada. Por un lado algunos los denominan “fenómenos”, creo, un modo, como mínimo despectivo, por no decir racista. Otros más simplistas, dicen que es sólo una moda, y los expertos sociólogos y analistas sostienen que es el temor que siente el joven o adolescente a tener que dejar su familia y pasar a ingresar a la sociedad, y así, dependiendo del punto de vista del “adulto” la opinión que se vierta.

Y después de leer este artículo comienzo a encontrar las respuestas que rondan en mi cabeza. Con mis modestos 19 años, creo que los adultos antes de buscar respuestas en las actitudes de los adolescentes, tendrían que dar explicaciones de sus actitudes y comportamiento como parte integrante de esta sociedad en la que vivimos.

Cuestionan nuestra forma de vestir y peinarnos, y no se dan cuentan que sólo consumimos lo que nos venden. Afirman que tememos ingresar a la sociedad y dejar nuestras vidas de “privilegiados”, y yo me pregunto ¿Cómo no temer? ¿Acaso la sociedad no se teme a sí misma? ¿Cómo no vestir de luto? ¿Acaso no vivimos en una sociedad muerta? Para aquel que no entiende la actitud de los jóvenes y adolescentes, tendría que primero mirarse a sí mismo y tratar de explicar cual es su actitud como adulto en la sociedad.

¿Cómo pretender que aquel que está dando sus primeros pasos no busque alternativas al camino que nos muestran los adultos? Ese camino que nos muestran los adultos, los jóvenes lo vemos como un pantano lleno de bosta, que al dar unos pequeños pasos te hundís y te llenas de mierda. Entonces, a quién tendríamos que pedir ayuda, si el que tendría que marcar el paso, es el más equivocado. Cómo no darse vuelta y mostrar la espalda, si lo único que se ve es violencia, robos, muertes, pedofilia, discriminación, desabastecimiento, remarque de precios, peleas entre políticos, empresarios, etc, etc, etc. Cómo no perderse en el camino, si es más barato y rápido consumir lo “ilegal” que una canasta familiar.

Siempre vi la vida como un juego, cada uno de nosotros no es más que una ficha. Como todo juego tiene reglas, pero es más fácil ganar si rompés esas reglas, y con trampas podés dominar el juego. Mientras más separadas están las fichas más débiles son, y así las derribas más fácil si no sirven en tu juego, o las tomás para tu conveniencia.

La vida es eso, quienes pueden juegan con trampa, hacen más débiles a los pequeños, lo entretienen con modas superfluas, con artículos sin necesidad, los vuelven consumistas. Los dividen en sectores, en clases, en ricos y pobres.

Para no ver esto, hay que ser adulto, y un solo culpable, los adultos. Son ellos los pilares de la sociedad, y esta base está podrida. Y si la base está podrida, o es insegura, si no sabe lo que quiere, lo demás se viene abajo, se cae, ya no es más una sociedad porque todo se derrumbó.

Entonces surge una pregunta que si alguno la sabe, necesito que me la responda, pero simplemente, sin ambigüedades, sin explicaciones raras. ¿Para que seguir apostando si de todas formas perdés?


Eva Bibiana
Lomas de Zamora
Argentina
29 de agosto de 2008

1 comentario:

Al centro y adentro dijo...

Fernando y David, mucha suerte con este nuevo blog. Felicitaciones por lo visto hasta y gracias por agregarnos a los blogs recomendados, devolveremos gentilezas. Saludos y suerte de parte de ACYA
http://alcentroyadentro.blogspot.com/