miércoles, 9 de julio de 2008

EFEMÉRIDES

Hay momentos en la vida de un país en los que determinados hechos históricos cobran un valor que, tal vez por décadas, parecían inapreciables. O simplemente fueron víctimas de esa curiosa ilusión y, hasta a veces manía argentina, de actuar como si no hubieran acontecido.

Desde marzo de este año vivimos en Argentina situaciones políticas que por momentos remiten a la idea de crisis democrática. Como todos sabemos ya que se repite hasta el cansancio, se trata de una oportunidad para el cambio.

Justo en estos últimos meses se conmemoraron acontecimientos de nuestro pasado que cobraron un significante muy particular. Ya que del acontecer entre el nacimiento y la muerte se trata la vida, un país no escapa a esa regla biológica pero en un contexto social y político más complejo.

Durante el transcurso del conflicto con el sector agrario representado por la “Mesa de enlace que no enlazó”, acontecieron aniversarios que bien podrían haber llamado a la reflexión de todos. Sí, de todos los argentinos.

El 24 de marzo y su rémora de homicidio y despojo; el 2 de abril, mezcla de dolor, resaca alcohólica y dignidad de una nación que no termina de ser; el 1º de mayo, la jornada que en Argentina alguna vez se transformara en celebración a los derechos conquistados por sus trabajadores; el 25 de mayo cuando parecía asomar el sol en estas tierras del Sur; el 16 de junio, de la impunidad y la barbarie de bombardear la ciudad de Buenos Aires y a sus habitantes para derrocar un gobierno constitucional y matar al presidente; el 20 de junio y el recuerdo de un hombre que dio absolutamente todo lo que tenía por la patria; un 1º de julio, en el que muriera quien instaurara un Estado de Justicia Social que tuviera vigencia por tanto tiempo a pesar de las veces que intentaron destruir ese Estado, y que no lo lograran hasta que apareciera la cuña más filosa del mismo palo y finalmente un 9 de julio, nuestra independencia, la voluntad de muchos hombres de vivir en libertad y soberanamente. No duraron mucho los festejos, pronto la Argentina estaría enfrascada en una guerra civil motivada por la lucha de intereses entre los terratenientes criollos, los caudillos del interior, el control de la Aduana, dejando de lado por largos años el sueño de San Martín, Bolívar y Belgrano, de una patria grande y para todos.

Parece mentira que un país con una historia tan rica en acontecimientos, muchísimas veces dolorosos, trate de tropezar veinte veces con la misma piedra. Que no se entienda que el odio genera más odio, que aún existan aquellos que lo único que los conmueve es su interés personal o corporativo, tanta indiferencia a los niños que aún se mueren de hambre, los que no pueden alegrarse por aquellos que pudieron mejorar en estos últimos años su nivel de vida, saliendo en muchos casos de un abismo sin final a la vista. Que

Y los conocemos, siempre fueron iguales. No son afectos a pagar sus impuestos, ni buenos sueldos, ni siquiera a inscribir sus trabajadores. No son afectos a gobiernos populares y muchas veces no lo fueron a la democracia. Mucha gente movilizada molesta.

Luego de sosegadas las alertas vocingleras de “sovietización” de la Argentina, es hora que tengamos un poco de madurez, de templanza. No significa deshacerse de toda mirada crítica hacia el gobierno, pero sí demos un paso adelante en nuestra formación y en nuestra lastimadas dignidad e independencia de criterio, teniendo una mirada crítica ante ciertos comunicadores y formadores de opinión sponsoreados casualmente por los mismos que defienden.

Muchos aniversarios se conmemoraron en este último tiempo, algunos revisten gloria y ejemplo, pero otros tuvieron que ver con la manipulación de la opinión pública, de la masa sin proyecto, del sometimiento. La verdad no es una sola pero acreedora de la realidad, nos pide esfuerzos como integrantes de una misma comunidad para que salgamos todos, porque ninguna comunidad puede desarrollarse mirando a la distancia a sus propias víctimas, los rezagados, los desposeídos. Aunque suene utópico tiene que ser posible.

Fernando Triviño
Villa Luro, 9 de julio de 2008
Argentina